Conocer a Nicomedes
De haber conocido a Nicomedes Guzmán quizás nos hubiera
causado una impresión tan grande como la que nos provocó cuando leímos su
principal obra La Sangre y la Esperanza, porque la ternura de su cruda
obra proletaria no era sino en gran parte el reflejo de su vida misma. Y no era
cosa fácil escribir siendo un hijo de una obrera doméstica y de un vendedor
ambulante, pues el camino de las letras estaba supuestamente clausurado para un
joven trabajador de la multiplicidad de labores que en Santiago debía realizar
un hijo de la clase obrera. Pero no, Nicomedes Guzmán fue centro de la lucha
que desde la literatura se da con la misma fuerza y rudeza de la calle por
transformar el mundo desde y para las clases populares.
Es que Nicomedes Guzmán poco hablaba de sí, su obra es en
cambio el lugar para conocer sus formas, sus caminos, sus rostros estrujados
entre el Mapocho y el espacio fabril, pero una vez, un siete de diciembre de
1954, cuando la editorial Monticello College le pidió prologar la
primera edición de su libro Una moneda al río y otros cuentos, entonces
desde su máquina de escribir y en su casa de la calle Carlos Pezoa Véliz, contó
en sus letras un poco de su vida.
Nací un 25 de junio de 1914 en un barrio llamado del Club Hípico, en Santiago de Nueva Extremadura, al sur de la ciudad. Mas, mis primeros años me enseñaron el sabor de la libertad en un lugar muy distinto, el que yo llamo Barrio Mapocho, inmediato al escuálido río del mismo nombre, refugio de vagabundos, trabajadores del ripio y recolectores de desperdicios posibles de industrializar. Un barrio trágico, pero de una arisca y avasallante belleza que intenté desentrañar ambientalmente en mis novelas “Los Hombres Obscuros” y “La Sangre y la Esperanza”.